Ni se crea ni se destruye, solo se transforma… pero, en el proceso, a veces “mancha”. Esta podría ser una versión del famoso dicho sobre la energía adaptada a nuestros tiempos, en los que el impacto ambiental de la generación de energía es un problema capital. Las energías limpias podrían venir a resolver esta problemática, con ciertos factores a tener en cuenta.
Las energías alternativas a los combustibles fósiles son, sin duda, las únicas que en la actualidad pueden frenar una degradación ambiental que ya está teniendo graves consecuencias para la humanidad. Sin embargo, es un proceso complejo.
Alcanzar el desarrollo sostenible y mejorar las perspectivas de futuro requiere un cambio en los modelos de producción, así como asumir y promover un modelo de economía circular. Y, en cuanto a energía se refiere, volvernos mucho, muchísimo más eficientes. Esto pasa por dar un uso adecuado a cada tipo de energía.
¿Qué son las energías limpias?
Se consideran energías limpias aquellas que no generan residuos en el momento de su obtención. Es evidente, por ejemplo, que la electricidad es la misma independientemente de si su procedencia es una placa solar o el carbón. Sin embargo, el impacto ambiental de esta energía sí que varia según su fuente de origen. Por ello, existe cierto debate en torno al concepto de energías limpias.
¿Energías limpias y energías renovables se pueden usar como sinónimos? Aunque, estrictamente hablando, las energías renovables son aquellas procedentes de fuentes naturales virtualmente inagotables o que se regeneran sin intervención humana, podríamos considerar que ambos conceptos son equiparables en la práctica. No obstante, en algunos casos podemos hablar de fuentes de energía renovables contaminantes y de fuentes de energía limpias no renovables.
Por otra parte, la fabricación e instalación de los equipos sí puede tener cierta huella ecológica, pero el impacto es muchísimo menor que en el caso de otras energías más contaminantes. En este sentido, es importante ser consciente de que todo proceso de obtención de energía tiene algún tipo de impacto.
Tipos de energías renovables
Existen muchos tipos de energías renovables. De hecho, hay varias maneras de clasificarlas. En este artículo procederemos a su clasificación en función de la fuente de procedencia, especificando los diferentes subtipos:
- Energías solares: proceden de la radiación solar. Sirven tanto para generar energía eléctrica como energía calorífica (en este caso se denomina “termosolar”) por diferentes medios, principalmente células fotovoltaicas y colectores solares.
- Energía eólica: procede de la capacidad del viento de generar energía mecánica, transformada en eléctrica mediante aerogeneradores (turbinas). Es muy barata y limpia, aunque adolece de irregularidad e impacto paisajístico.
- Energía hidráulica: deriva de las corrientes y embalses de agua, resulta muy semejante a la eólica tanto en el mecanismo de funcionamiento como en las ventajas y desventajas que presenta.
- Energías marítimas: podría agruparse con la anterior, pero estas energías se dan solamente en el mar. La mareomotriz (generada por mareas) y la undimotriz (generada por olas) son las más conocidas, pero hay otras (maremotermia, potencia osmótica…).
- Geotermia: aprovecha el calor interno de la Tierra para generar energía térmica o, indirectamente, eléctrica. No obstante, a partir de ahí se extiende la casuística, en función del tipo de yacimiento y sus usos.
- Otras energías: en esta categoría se englobarían energías relativamente limpias, es decir, que tienen una huella de carbono pequeña o que son limpias, pero pueden generar otros desechos. Sería el caso de la biomasa, la aerotermia o la nuclear.
Posibles usos óptimos de las energías renovables
Cada modo de obtención de energía tiene sus peculiaridades y usos idóneos. Por lo tanto, es fundamental saber qué energía escoger para cada caso de uso, partiendo de la base de que el impacto no es siempre el mismo, y sin olvidar que normalmente es necesario combinar diferentes energías.
Un ejemplo claro es el uso que se hace del sol para generar energía térmica. La energía solar pasiva se ha usado por milenios, y ahora se está optimizando en procesos de calefacción (y otros procesos como, por ejemplo, la obtención de sal por desecación). Una transformación e impacto mínimos son sus principales ventajas; sin embargo, también hay un problema: no suele ser suficiente.
En este contexto, suelen identificarse cuatro ámbitos en los que las energías limpias han demostrado su eficiencia y tienen todavía mucho margen de mejora, tanto por la vía tecnológica como por otras (escala, optimización de usos y procesos):
- Generación de calor: la energía calorífica es un punto fuerte, en especial para la energía termosolar. El impacto en los ámbitos de la calefacción de edificios (y también refrigeración) y la producción de agua caliente sanitaria no es baladí, por no hablar de numerosos procesos industriales.
- Generación de electricidad: la producción de la energía por antonomasia recibe un cuantioso aporte de las energías renovables (en torno al 28% en 2020). La fotovoltaica es la que más crece y, junto a la eólica, las perspectivas son de mejora. Por otro lado, la biomasa sigue siendo muy empleada.
- Transporte: desde los combustibles como el bioetanol o la biomasa celulósica hasta los sistemas magnéticos como el maglev, pasando por los vehículos eléctricos (incluyendo los vehículos solares), la transición energética en este ámbito es una de las más necesarias y prometedoras.
- Sistemas independientes de energía: en relación a los sistemas autónomos u off the grid, independientemente de la escala, las energías generadas de forma limpia no son solamente la solución más eficiente, sino prácticamente una necesidad (además de un mercado al alza).
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